23º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE LPGC: Gasoline for everything

Criticas de Explanation for everything y Gasoline Rainbow

 

Explanation for everything

2023/ Hungría, Eslovaquia/ Gábor Reisz

SECCIÓN OFICIAL

La producción húngara-eslovaca dirigida por Gábor Reisz se centra en Abel, un estudiante de bachillerato de Budapest que se enamora de su mejor amiga, Janka, durante la época de exámenes de graduación. El asunto se complica porque Janka, a su vez, está enamorada del profesor de Historia, quien ha tenido sus más y sus menos con el padre de Abel. El detonante final de la trama es una frase pronunciada por el profesor durante la prueba oral de Abel, cuando pregunta al chico por qué lleva puesta una escarapela, símbolo nacionalista. A partir de aquí, debido a los resultados de Abel en la prueba y tras una cadena de acontecimientos casuales y causales, el asunto llega a oídos de una joven periodista y termina en la prensa. La noticia enseguida se convierte en escándalo nacional.

La película explora con acierto desde todos los ángulos el modo en que un suceso nimio rápidamente se vuelve disruptivo en la sociedad actual, cómo alcanza el sensacionalismo y, de paso, evidencia la fuerte polarización de un país, fruto de la sensibilidad de celofán inherente a nuestra época.

La historia se cuenta y se compartimenta a lo largo de una semana, con un capítulo por día y, en ocasiones, uno por protagonista y día. De esta forma cubre todos los puntos de vista y sirve el debate en bandeja, sin posicionarse, sin revelar intenciones o resolver ambigüedades. Un debate sociopolítico de confrontación incendiaria que está en las calles de cualquier ciudad actual, no solo en Budapest. La izquierda progresista frente a la derecha conservadora, con el patriotismo más rancio como gasolina para apagar el fuego, que cantaría Bowie. El clímax de la obra y, por tanto, del debate que plantea la trama llega con la conversación entre el padre del chico y el profesor de Historia, una gran escena, antesala de un buen final para, a la postre, una digna ganadora del Lady Harimaguada de plata. Una película afinada en el tono, imparcial con el tema que aborda y con los personajes que recrea, y, sobre todo, inspirada a la hora de reflejar la imperiosa necesidad de nuestra época de pedir una explicación para todo.


 

Gasoline Rainbow

2023/ USA/ Bill Ross IV y Turner Ross

SECCIÓN PANORAMA

No conocían el mar
y se les antojó más triste que en la tele
pájaros de Portugal
sin dirección, ni alpiste, ni papeles
Él le dijo “vámonos”
“¿dónde?” le respondió llorando ella.
Lejos del altar mayor
en el velero pobretón de una botella
despójate del añil redil del alma
de largo con camisa
Devuélveme el mes de abril
Se llamaban Abelardo y Eloísa
arcángeles bastardos de la prisa

Pájaros de Portugal, Joaquín Sabina

 

La búsqueda del mar debe ser la búsqueda más romántica que existe. La más bella huida hacia ninguna parte. Hay algo poético en tomar carretera y emprender un viaje al océano por primera vez, solo cargado con valentía para el camino. Al igual que hizo en su día aquella pareja de adolescentes que fue noticia al recorrer kilómetros y kilómetros de península Ibérica en una desaparición justificada por un anhelo, y cuya noticia inspiró a Joaquín Sabina para componer una canción, en Gasoline Rainbow seguimos a un grupo de cinco amigos recién graduados en el instituto que decide hacer el viaje de 825 km que separa su pueblo natal de Oregón de la costa. Se trata de tres chicos y dos chicas que provienen de familias disfuncionales, son segunda generación estigmatizada de migrantes o huérfanos en situación precaria, y en más de un caso, todo a la vez. Esa maldita jauría llamada circunstancias les ha mordido los tobillos desde la infancia, y a esa necesidad vital y temprana de escapar se le suma ahora las ansias propias de la juventud, deseos de conocer, deseos de vivir por su cuenta y riesgo, algo tan característico de su edad. Y para el adolescente dañado, al igual que para el preso, el mar simboliza todo lo que no es y desea llegar a ser: libre, inabarcable, con un horizonte.

Con carencias en casa o sin ellas, el sentimiento de verdadera y primera familia que se da entre este y la inmensa mayoría de grupos de amigos íntimos durante la adolescencia es algo clínico; la biología lo explica y la psicología lo confirma. En Gasoline Rainbow los protagonistas son personas, no personajes, ya que en la historia se ponen en el rol de sí mismos, y los gestos y vínculos que se aprecian en pantalla solo pueden ser evidencias de una amistad auténtica, por mucho que la obra se defina por ahí como un híbrido de documental y ficción, de cinema verité con algo de Easy Rider. Si hay algo de ficción en Gasoline Rainbow, yo no lo noté. Su hiperrealismo es tan crudo como enternecedor. Y si alguno de ellos reconociera que el grupo ha actuado en algún pasaje de esta road movie con tintes de coming of age, exigiría que la Academia fuera preparando cinco Óscars interpretativos para otorgarlos fuera de ceremonia por un motivo de fuerza mayor: el de las cinco actuaciones más logradas de la historia del séptimo arte. Pero qué va, imposible, no va a pasar, son ellos mismos. Ni esas risas ni esas inquietudes se pueden fingir. Esas heridas no se pueden maquillar. Esas caricias no se pueden comprar.

Los cinco amigos viajan en furgoneta, en tren, e incluso en barco. El trayecto en tren, a la desesperada y de forma clandestina, me remite a aquellos vagabundos que surgieron durante la gran depresión en Estados Unidos y que tan bien retrata Tom Kramer en su novela autobiográfica Nada que esperar (Editorial Sajalín). Un siglo después, una nueva generación imita sin saberlo y sin intención una práctica muy extendida por el país a lo largo de una de sus épocas más negras. Pero es que tal vez no vivamos tiempos muy distintos, como demuestra la cámara de los hermanos Ross al capturar estampas callejeras en donde se cruza por delante de los protagonistas un hombre con el pantalón y los calzoncillos bajados por completo, o cuando surge en el plano un coche que circula sin la puerta del conductor. Hay señales de decadencia por todas partes, una esquizofrenia colectiva cada vez más difícil de negar. Las miserias que toda gran nación intenta ocultar siempre están visibles en el rostro y las costillas de su pueblo. La galería variopinta de parias sociales, náufragos del asfalto y demás gente doblegada por el sistema que se topa con los protagonistas y que, a pesar de todo, les ayudan de forma humilde y desinteresada, no constituye un reflejo tan distorsionado de nuestra realidad, presente o pasada. Tom Kramer entendería hoy igual que ayer el comportamiento y el espíritu de estos jóvenes saltavagones , y ese profeta social llamado Tyler Durden lo sentenciaría diciendo aquello de: “Somos los hijos malditos de la Historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual. Nuestra gran depresión es nuestra vida”.

Una de estas personas que aparece para echarles una mano en un momento difícil de su peregrinaje captura en una escena y en una frase la esencia más pura de la película, y casualmente lo hace al encapsular otra película de un modo jamás hecho, más allá de la sabiduría de cualquier crítico. Se trata de la escena en la que prepara el desayuno para los protagonistas, quienes han pasado la noche refugiados en el sofá de su casa. Una de las viajeras no ha dormido y le observa mientras cocina. Él pone un tema de la banda sonora de El señor de los anillos compuesta por Howard Shore y le pregunta a ella si le gusta la peli. Ella dice que sí, tras lo que él remata: “Claro. No hay nada malo en celebrar un estilo de vida simple”. Una genialidad que atrapa en una matrioshka verbal el espíritu compartido de dos obras tan dispares.

Para ir concluyendo, resaltar que los hermanos Ross, artífices absolutos del proyecto, acompañan con una naturalidad pasmosa todo el viaje, haciendo pasar la lente por el sexto acompañante, a ojos de los protagonistas. Ellos se desenvuelven como si no estuvieran siendo grabados en ningún momento. Con su película, los directores consiguen que el espectador recorra de ida y vuelta una carretera emocional, ya que el resultado resulta emotivo y emocionante. El visionado se convierte en una experiencia poderosa al poder ser partícipes de la aventura de un grupo de jóvenes con un corazón enorme, amigos que se adoran y se necesitan con desespero, abiertos de mente e ilusionados por conocer gente y mundo, sinceros y confesionales al compartir sus miedos y desgracias, lo que nos ayuda a comprenderlos y a empatizar sin reservas. Todo Gasoline Rainbow es esa cuadrilla de pibes que sale ahí fuera a buscar la vida antes de que la vida los busque a ellos. Pero qué coño. Seguramente son conscientes de que quizás nunca lo haga.

 

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