Buscarse la vida. Perder el sentido. Buscarle el sentido a perderse en la vida.
Abandonar, prostituir y cuestionar a la persona que se es para encontrar a la persona que se quiere ser.
Bostezar solo para tragarse el mundo.
Y robar…
Valentía para el camino
Música para soñar, despertar y morir, quizás,
jazz, bebop, blues del sur, guitarras a ras
de la carretera.
El viaje es el hogar y la parada la marca el tiempo,
la arena cae sobre nosotros y la pisamos grano a grano
del camino.
Amistades forjadas con el yunque de la juventud,
el martillo de la inquietud y la soñada virtud
de la carretera.
Vaciarse de banalidad y llenarse de personas,
inflarse de desolación y locura para arrancarlas
del camino.
Romper conductas, abrazar lo prohibido y sonreír,
divagar, meditar, trascender y perder en el ir y venir
de la carretera.
Improvisar, arriesgar y saltar de época,
moldear generación y crear molde para el artista
del camino.
Quemarse con la inspiración y beberse sus llamas,
usar el aliento para prender o soplar las velas
de la carretera.
Tocar fondo solo para mirar arriba, en soledad y con ellas,
en la oscuridad profunda es donde mejor se ven las estrellas
del camino.
Alimentarse de lo humano, preguntarse si lo divino sacia,
con la mirada lamiendo las cunetas largas y lacias
de la carretera.
Escribir para ser, escribir para aspirar a ser,
conocer para vivir, conocer para el placer
del camino.
XH O XB
En la madrugada del 9 de Diciembre del 2013, con los párpados enrollados como persianas, la vocación apretada en un puño y el bolígrafo clavado en el otro. Más consciente que nunca de lo que soy y siempre seré.
Todo después de ver On the road y encontrar el ascua que encendió esta mecha. Supongo que mis palabras, combinadas en esta especie de poema, también podrían funcionar como una crítica personalísima de la obra de James Salles, una película bastante reivindicable basada en la novela referencial del movimiento beat escrita por Jack Kerouac y titulada con el mismo nombre. Sus imágenes y su voz en off quizás calen más en aquellos con alguna vena artística, ya palpitante o aún por palpitar. No es una gran película pero sin duda toma sus riesgos y tiene… algo.
En el camino, igual que Kerouac. En lugar de la ruta 66, en una pendiente empedrada a la salida de Cesky Krumlov, República Checa. Allá por el 2011.
P.D: No suelo recurrir nunca a la poesía (o al menos no a una poesía que resulte relativamente evidente en su forma) pero me puse a exorcizar lo que sentía y solo fui realmente consciente de lo que creaba a medida que rellenaba el folio. Los demonios esta noche tenían este aspecto; la prosa nunca fue una opción ni la poesía algo deliberado. Minutos después, al terminar de escribirlo de un tirón, fue cuando pude mirarlo y valorarlo en su conjunto, en toda su profundidad. Y ni siquiera estoy muy seguro de poder catalogarlo. De lo que estoy seguro es de no poder evitarlo.