21º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE LPGC: Peregrinos en la carretera

Críticas: Pilgrims / Hit the road

 

PILGRIMS

2021 / Lituania / Laurynas Bareisa

Sección oficial – Largometrajes

Pilgrims traduce fielmente del lituano Piligrimai, título original de la obra. Peregrinos. De lo más acertado. Peregrinar es lo que ha hecho por diferentes festivales una película con clara genética de circuito, destacando su paso por Venecia, y peregrinar es lo que hacen Paulius e Indre, los dos protagonistas de esta historia. Realizan un peregrinaje al revisitar lugares ulcerantes de su pasado compartido y reciente. Igual que ese par de detectives que insiste en una búsqueda cuando el caso ya se ha cerrado y ha dejado de importarle al resto. Con más torpeza técnica, con mucha más torpeza emocional, con la diferencia de estar buscando un sentimiento sanador en lugar de un culpable, pero investigan, al fin y al cabo. Hermano y novia del fallecido recrean y rastrean los detalles de un crimen ya resuelto con el afán inconsciente de resolver el último cabo suelto: el del nudo en sus tripas. Las pesquisas incomodan a los habitantes del pequeño pueblo donde se perpetró y también puede llegar a incomodar al espectador por la dentera visual que alcanza el comportamiento postraumático, errático y doliente de los personajes principales. Su modus operandi forense se convierte en el modus operandi narrativo de una película que encuentra sus mejores virtudes y sus mejores elogios en el retrato del duelo, la gestión de la culpa y la catarsis redentora, aunque se alcance por agotamiento.

Pilgrims es una película que avanza al paso lento de sus protagonistas, estacados en el tiempo con la correa corta y áspera que impone la pérdida. Sin música, sin planos estéticos. En definitiva, con un estilo cinematográfico adecuado para la historia que se cuenta y para la que se recuerda. Si Cormac McCarthy no hubiera escrito que la verdad no tiene temperatura, me atrevería a decir que es una película fría, pero precisamente la verdad es lo que buscan los personajes y el propio director. Una verdad coriácea que ya se conoce, pero no se quiere creer. Una verdad que no(s) vence.

 

HIT THE ROAD (Jadde khaki)

2021 / Irán / Panah Panahi

Panorama

Un año más, el cine iraní sigue dando alegrías en el festival de Las Palmas de Gran Canaria. En ediciones previas y en más de una ocasión, gran parte de los aplausos se han enviado a Teherán a nombre del gran Asghar Farhadi. En este caso, el reconocimiento va para Panah Panahi, hijo del otro bastión del celuloide iraní, Jafar Panahi. Con solo 38 años, una edad imberbe en la escala de madurez de un cineasta, Panah Panahi debuta a lo grande con esta Hit the road. Una de las mejores óperas primas de la última década, tal vez la mejor.

El hijo ya ha superado al padre.

Jadde khaki es una road movie familiar que discurre por carreteras de tierra dulce y se detiene en arcenes de polvo agrio. Sí, una historia agridulce que desvela el conflicto y gana belleza con el kilometraje, haciendo uso de una dosificación y un tempo propios de un gran maestro. Hoy en día a la película se le podría poner la etiqueta de dramedy, pero es un término que se me antoja pequeño y simplista. La película es mucho más. Es un guion sobresaliente interpretado de fábula. Es una fotografía sutil, preciosa y versátil, que igual le saca provecho al desierto que a un riachuelo, como si la operadora de cámara fuese una geisha con hijab, dejando estampas familiares y paisajes para el recuerdo.

Hit the road es un niño de leyenda instantánea y de nombre Rayan Sarlak, un torbellino entrañable que desde el inicio del film nos intercambia el corazón por una sonrisa y al salir los créditos se olvida de deshacer el trueque. Y lo gracioso es tener la sensación de que salimos ganando. Su personaje, carismático y exquisitamente interpretado, es el alma y verdadero combustible para el viaje emocional que realiza la familia junto al espectador. Inolvidable.

Hit the road también es la demostración fehaciente de que la sencillez opera filigranas en nuestros pechos, de que el cine más auténtico puede hacerse con tres duros y en la más completa adversidad cultural y política siempre que se tenga pasión y talento. La demostración de que puede haber denuncia en la comedia y comedia sin denuncias, para reír por no llorar y llorar de tanto reír. La demostración de que la palabra será farsi, pero el sentimiento es universal; de que las emociones, igual que las madres, no entienden de fronteras. La maravillosa demostración de que el séptimo arte puede capturar el amor paternofilial, uno de esos temas más grandes que la vida que parece siempre un reto inalcanzable y que en la película se convierte en leitmotiv del único modo posible: con humilde naturalidad. Porque la familia la sentimos nuestra, viviendo su tierna tristeza con triste ternura. Y ahí reside a un tiempo la dificultad y la magia.

XH O XB

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