21º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE LPGC: Apadrinar un príncipe

Crítica de Prince of Broadway

 

PRINCE OF BROADWAY

2008 / USA / Sean Baker

Sección Sean Baker

Incluido en la retrospectiva dedicada a Sean Baker, Prince of Broadway estaba más justificado que cualquier otro título posible de su filmografía, incluso por encima de The Florida Project, su obra más laureada hasta la fecha. Prince of Broadway es la ópera prima del cineasta norteamericano y su primera conexión con el Festival de Las Palmas, ya que resultó galardonada con el Lady Harimaguada de oro allá por 2009. Este hecho, como reconoció el propio director a pie de sala antes de la proyección de una versión restaurada de la película, marcó el inicio de su carrera, logrando foco y distribución gracias a la distinción otorgada en la isla. En las palabras del neoyorquino se apreciaba el agradecimiento; en la mirada de los responsables del festival, el orgullo de haber puesto en órbita cinematográfica un talento joven de la talla de Baker.

Tal y como reza la sinopsis oficial, Prince of Broadway trata sobre Lucky, un inmigrante sin papeles de Ghana que vive en Estados Unidos, que vende productos de imitación para ganarse la vida, y cuyo mundo se desmorona repentinamente cuando una puertorriqueña con la que había pasado un par de noches tiempo atrás le deja un bebé que dice ser suyo y huye sin dar explicaciones. No cabe imaginar una situación más disruptiva en la vida del carismático Lucky. Tiene que aprender a lidiar con sus nuevas circunstancias, cosa que hace con un humor involuntario, con angustia, pero en todo momento haciendo gala de un corazón enorme que no puede disimular, aunque lo intente. Con cámara inquieta pero inteligente, tirando de mucho primer plano (habitual y oportuno en una película de escaso presupuesto que busca reflejar de forma cercana la emoción y el drama humano), el autor retrata unos personajes sumergidos en una historia realista y conmovedora. Una historia en la que dos hombres, Lucky y su empleador armenio llamado Levon, trazan espirales similares hacia el fondo y afrontan la adversidad con altibajos especulares, apoyándose el uno al otro ya sea en la miseria económica o en la miseria sentimental. De este modo, surge y se eleva en la trama una relación fraternal improbable que cincela sonrisas de resignación en los protagonistas y de curioso afecto en los espectadores. Todo ello resulta en un tipo de cine verité en el que cada elemento que compone el plano, actor o escenario, se percibe natural y auténtico, entre otros motivos por un elenco de intérpretes no profesionales acertadísimo que improvisa los diálogos con la soltura de su propia inercia vital y callejera y con el beneplácito permanente del director. Lo que ocurre en la pantalla permea en la platea y culmina en un final brillante.

Prince of Broadway aúna todos esos pequeños milagros del destino necesarios para que la primera película de un estudiante de cine vaya más allá de la valentía y se convierta en una joya por méritos propios. Sean Baker dio con Prince Adu cuando merodeaba la zona de negocios con trastienda ilegal donde quería ambientar su película. Prince trabajaba por aquel entonces de “segurita” a las puertas de uno de estos establecimientos y abordó con descaro a Sean para proponerse como protagonista, prometiéndole todo aquello que desconociera del mundillo, empezando por cualquier personaje de carne y hueso que necesitase para la recreación más veraz posible. Tras una serie posterior de anécdotas reveladoras, el tándem creativo estaba formado. La obra traspiraría estafa callejera, drama de la clase baja y denuncia social en cada fotograma. Cine indie con la vieja etiqueta, con esa primera etiqueta que recibió el cine que se filmaba en las aceras de la gran manzana allá por los setenta, inspiración clara del director que tributa con esa chaqueta marrón de pana a lo Cassavetes que luce el comerciante en una escena clave y que reconoció de forma directa el autor cuando le pregunté si los hermanos Safdie le habían admitido cierta influencia de Prince of Broadway a la hora de hacer Uncut gems (2019). La educada respuesta de Sean Baker fue decir que era muy amigo de Joshua y Ben y que, simplemente, adoraban el mismo tipo de cine, por mucho que la vorágine neoyorquina en avenidas atestadas de buscavidas y estafadores que sobreviven al filo del asfalto con sus problemas personales a cuestas se antoje algo más que evocador para la génesis de la obra protagonizada por un arrollador Adam Sandler (maravillosa película, todo sea dicho).

Mi segunda pregunta al director fue enfocada a su vínculo con A24, esa productora – distribuidora que se ha convertido en un sello de culto gracias a un catálogo de calidad sin concesiones comerciales, uno que apuesta por el talento joven y lleva años componiendo el ecosistema artístico de la nueva generación de grandes cineastas norteamericanos: Ari Aster, Barry Jenkins, David Lowery, Robert Eggers, Greta Gerwig, o los mencionados Sean Baker y los hermanos Safdie, entre muchos otros. El director respondió que adora A24 y que confía en que la distribuidora siga adquiriendo y dando amparo a sus obras de producción independiente. El entusiasmo por la labor de A24 es compartido, y espero poder dedicarle un artículo pronto a esta empresa cinematográfica tan especial. Por el momento, cierro este texto bendiciendo Prince of Broadway y el coraje de los primerizos; bendiciendo el cine auténtico de Sean Baker. Y, sobre todo, bendiciendo el Festival de Las Palmas de Gran Canaria por el buen gusto de apadrinar un príncipe. Si tienen oportunidad, no se pierdan ni una cosa ni la otra.

 

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