Las segundas oportunidades de una guillotina

 

ANIMALES NOCTURNOS

Crítica sin spoilers

 

Animales nocturnos. Crítica. Cultura Palpitante. Alexis HB

 

En el final del noveno capítulo de The Young Pope hay una secuencia fantástica, una que quizás rivalice con la apertura del último episodio de la sexta temporada de Juego de Tronos por ser la mejor secuencia de la ficción televisiva en el 2016. En ese maravilloso fragmento final se resuelven las pequeñas historias, humanas o divinas, que hemos presenciado en el capítulo, todo siguiendo la batuta vocal de un papa que lee cartas de amor (voz en off) y al ritmo electrónico que impone Flume con el tema Never be like you. Puro contraste, tan innato en la serie como su genuino surrealismo, y en esencia, un canto a la vida. Pues bien, en dicha pieza audovisual, emparentada por genética fílmica con aquella que nos regaló Fincher para cerrar su curioso caso, se puede ver a una madre haciendo malabares con tres naranjas delante de sus hijos. La mujer, debido a un arrebato de nostalgia, toma la fruta del frutero, sale al jardín donde están los niños sentados, se coloca frente a ellos y se pone a lanzar los cítricos en bucle. Los niños contemplan y ríen, más por asombro que por otra cosa. Las naranjas se cruzan en el aire y pasan por las manos de ella una y otra vez.

Mediante analogías establecidas a partir de esta escena se puede explicar Animales Nocturnos y el efecto que produce.

Las tres naranjas equivaldrían a las tres capas dinámicas y alternantes que posee la historia: una línea de narración referencial para el presente, una para la ficción dentro de la ficción, y otra para los flashbacks de la protagonista. La coordinación y el montaje preciso de las escenas se antojan aspectos de vital importancia y se alcanzan con maestría, sin esfuerzo aparente, igual que la psicomotricidad en el malabarismo. La madre jugaría el papel de artífice, de quien hace virguería visual, y ese rol es el que tiene el director Tom Ford en la película, auténtico esteta y cerrajero del cautiverio. Por último, los niños nos simbolizan a nosotros, los espectadores, por permanecer presos de la fascinación, incluso en el caso de llegar a ser conscientes in situ, en la butaca y durante el visionado, de la sencillez de la historia, de las líneas invisibles pero evidentes que trazan en el aire las naranjas. Porque no hay ningún truco de magia, ningún giro de guion inesperado cerca del desenlace, y aún con esas, la trama resulta hipnótica. La razón es la sincronía en la alternancia de imágenes, el efecto de conjunto de las naranjas, logrado por vínculos escondidos a la vista. La razón radica en el cómo y en el cuándo, no tanto en el qué o en el por qué. Por eso fotografía y montaje son dos de los cuatro pilares sobre los que erige esta obra monumental el diseñador de moda reconvertido a cineasta por inquisiciones del detalle.

Animales nocturnos. Crítica. Cultura Palpitante. Alexis HB

Los planos, sobre todo en la línea del presente, parecen encuadrados por un orfebre de los cuatro vértices, mientras que la paleta cromática se usa con la pericia y la compenetración de un viejo amante, colores presentados con sensible contundencia. Algunas imágenes dan la sensación de haber sido revisadas ya en el set de rodaje por un comité del buen gusto, el cual, en la mayoría de ocasiones, seguramente se limitaría a validar la mirada artística de Ford. Cuando en un plano determinado se observa el mismo rango de tonalidades otoñales en la ropa de la protagonista, en el óleo colgado en la pared que ella admira (y que además incita su propia lectura muda) y en la decoración del cuarto, entonces sabes con certeza que no hay nada visualmente al azar, y que incluso cuando la estética desentona es del todo intencionado, con un valor de distinción que ayuda a captar el subtexto. Y de esto último hay mucho. Subtexto entre las líneas de diálogo, esbozado en una sonrisa o proyectado en una mirada triste. Subtexto a través de las transiciones entre las tres capas, en in crecento y cada vez en mayor comunión, muchas veces estableciendo calcos del plano en lo homólogo y lo análogo, desnudando la intimidad de los dos protagonistas del film y dilatando nuestra percepción de sus psiques y caracteres. Subtexto detrás de elementos prestados por la realidad a la ficción y devueltos por esta a antojo de pupila, con la imaginación coaccionada. Hay subtexto por todas partes y se pueden destilar temas, mensajes y verdades en cada tramo de película. La vacuidad del arte exento de pasión. La valentía necesaria para ser creativo. La intimidad del escritor retratada como esa costra de la herida que rascamos una y otra vez. La huella del primer amor. El arrepentimiento que entrega la perspectiva. Las odiosas decisiones correctas que derivan en una vida errónea. Las últimas brazadas de náufrago por no ahogarse en esa vida, por regresar a la orilla. A su orilla. Y especialmente, una frase que firmé tiempo atrás y que ahora podría resumir la película al completo, una expresión que encaja a las mil maravillas como eslogan publicitario de esta historia:

Nada mejor que una ficción

bien contada

para acercarte a una realidad

mal vivida.

Animales nocturnos. Crítica. Cultura Palpitante. Alexis HB

Citados tres de los cuatro pilares, fotografía, montaje y contenido sublingual, solo faltaría resaltar el cuarto y último: la actuación del elenco de actores. Amy Adams y Jake Gyllenhaal encarnan a la pareja protagonista y están de matrícula, como de costumbre. Pero no solo ellos. Tanto el omnipresente Michael Shannon, en la piel de un policía tejano, como el joven Aaron Taylor-Johnson, dando (mala) vida al personaje de Ray Marcus, se muestran de lo más convincentes. Este último se ha llevado recientemente el globo de oro a mejor secundario en drama por su trabajo.

Animales nocturnos. Crítica. Cultura Palpitante. Alexis HB

Animales Nocturnos es una película fascinante que nos atrapa desde los mismísimos títulos de crédito, apenas lanzada la primera naranja al aire. No es jugársela demasiado afirmar que se trata de uno de los títulos de crédito más chocantes que se han creado jamás, unas imágenes que vuelven a evocar a Sorrentino, por aquello de mostrar el lado bizarro y absurdo que tiene toda élite, las abolladuras que presenta hasta la más alta esfera. Desde ese momento seguimos con paradójico interés las desilusiones de Susan, la protagonista en la realidad y en la ficción, en la realidad de su mundo lleno de falsas apariencias y en la ficción del relato que lee, lleno de verdades no aparentes. Un relato intrigante escrito por su ex marido en clave noir y cuyo título también caratula la película.

Animales nocturnos. Crítica. Cultura Palpitante. Alexis HB

En cuanto al final, es el mejor broche que se le podía poner a la obra, tanto en forma como en fondo. Y justo en esos instantes finales es cuando arrancamos del silencio un último significado, tal vez el más valioso:

Tras algunas malas elecciones, pedimos segundas oportunidades a una guillotina.

 

XH O XB

 

P.D: Vi la película en la última sesión, pasé insomnio creativo durante toda la noche y a las seis de la mañana tiré la toalla y me puse a escribir esta crítica de auto receta. No sé si es simple casualidad u otra de esas bromas irónicas de mi vida el hecho de que el título sea Animales Nocturnos. Lo que sí se con seguridad es que la obra de Tom Ford fue la causa de mi desvelo, un efecto que, por una razón o por otra, solo consigue en mí un puñado de películas al año.

  •  
  •  
  •  
  •  
  •  
  •  
  •  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *