Porto (o cuando ella lo es todo para él pero insuficiente para ti)

 

Acerca de PORTO  ∫  Gabe Klinger 2016

Sección Panorama del 17º FICLPGC

Crítica Porto. Cultura palpitante.

Días atrás, cuando leía por primera vez el programa del festival, depositaba en Porto muchas esperanzas. Tanto es así que la incluí en mis cinco imprescindibles, en ese puñado de obras que no podía perderme, seleccionado entre más de una centena de títulos. Tenía tres motivos principales. Primero, el productor: Jim Jarmusch. Si un tipo tan genial se interesa por un proyecto, por algo será, y no precisamente por el dinero. Segundo: la temática. Su sinopsis hablaba del romance de dos extranjeros en una ciudad con embrujo y las piruetas que luego realiza la memoria para evitar o negar la pérdida. Y tercero y último: el actor Anton Yelchin. Más que nada por la oportunidad y la deferencia de ver uno de sus últimos trabajos (cruel paradoja la de morir atropellado en la entrada de tu casa por tu propio coche cuando se ha pilotado la nave Enterprise). Mi interés creció incluso tras la breve introducción que recibió el largometraje antes de su proyección, ya sentado en la butaca. Se le comparó tangencialmente con Antes del amanecer, entre otras referencias de prestigio.

            Y… nada más lejos de la realidad.

            Donde Linklater obraba magia, Klinger solo logra rechazo. Claro que el director tejano tenía a Ethan Hawke y tenía los años noventa, mientras que el joven realizador brasileño solo cuenta con Yelchin y con un puñado de buenas intenciones, lo que no será suficiente. En absoluto.

            La historia de amor de Jake y Mati, fruto de accidentes y coincidencias, no resulta creíble en ningún momento. Los actores no encuentran ni una pizca de química entre ellos. Todo parece improbable, forzado, hasta risorio. En alguna escena llegué a sentirme verdaderamente incómodo con el comportamiento del personaje masculino, no tanto por las acciones en sí, más bien por la poca maceración o justificación que se les pueda llegar a encontrar para su inclusión. Por añadidura, Jake es un tipo raro con un comportamiento errático y un punto de grima, y lo peor es que no se discierne si es así por guion o por escasa habilidad interpretativa, seguramente sea por una mezcla de ambos aspectos. Lo cierto es que cuando el personaje abría la boca, sostenía el rictus y acababa por soltar con voz queda alguna frase melosa y manida, el problema no era tanto la previsibilidad como el sonido de cacofonía que adquiría la voz y el mensaje. El contraste entre él y ella imagino que es buscado, pero se lleva al extremo y resulta fatídico. Ella, sofisticada, elegante, guapa, culta. Él, todo lo contrario, además de tener un grado de estupidez que, o mucho me equivoco, o en este caso se destila más de la interpretación que del personaje sobre el papel. Me hubiera gustado realmente poder alabar la labor del fallecido; en cambio, y a mi pesar, he de decir que es el auténtico lastre de la película. Supongo que todos no se pueden despedir con una sonrisa de comisuras cortadas mal pintada en rojo que te otorgue leyenda.

Crítica Porto. Cultura palpitante.

            No quiero que se me malinterprete. El hecho de que la historia tenga ese halo de romanticismo intenso y azaroso no tiene relación con mi falta de empatía hacia los personajes o mi falta de conexión con su breve romance. Quien me conoce de verdad sabe que soy un romántico de otra época que considera que no hay reglas ni locura pequeña cuando se trata del aquí y el ahora marcado por un fuerte sentimiento imprevisto. Es más, confieso haber vivido más de una y más de dos historias de corte similar, a pecho descubierto, a pecho desgarrado. Pero Jake, el personaje lastimero de Yelchin, se pasa tanto de rosca que al enamorado lo desacredita y al romántico lo caricaturiza. Como digo, una lástima, porque la película tenía ingredientes para haber sido otra cosa, esos ingredientes en los que seguro se fijó Jarmusch a la hora de producirla (aparte de que dirigió al actor en Solo los amantes sobreviven, y puede que ahí también resida parte del motivo o del compromiso). Me quedo con las preciosas postales que regala la ciudad de Oporto y con algunos planos protagonizados por la actriz Lucie Lucas, todo un descubrimiento. Su silueta enmarcada en un balcón al amanecer, textura de gravilla azul picoteada por gaviotas insomnes. Su encuadre frente al ventanal de un restaurante con reserva perpetua en la memoria, detenida con un paraguas que no le cubre de la nostalgia. Su forma de llevarse el cigarrillo a esa boca enorme, tan de Bardott. Todas ellas son imágenes que rescatar, quizás con el mismo propósito que ese docente de matemáticas que busca dónde rascar el aprobado en un alumno con buen planteamiento pero con un error de bulto que se arrastra de principio a fin. A veces, simplemente, no se puede.

lucie Lucas Porto. Cultura palpitante

XH O XB

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