Importa el principio, importa el final. El camino se hace irrelevante en la memoria. El camino no se puede desandar. El Destino se mea en el camino y solo sabemos que se va volviendo ineludible y dramáticamente largo, tedioso. Pero ni siquiera ahí radica el verdadero problema. La auténtica tragedia es que en muchas ocasiones esto le ocurre a la mitad de un todo; el camino solo se vuelve así para uno de los dos. La cruel falta de sincronía del amor. Aunque solo debe estar acompasado a dos latidos, pierde el compás cuando menos te lo esperas. Se vuelve arrítmico y amelódico al perder la guerra contra el tiempo, y la victoria en la batalla contra aquellos momentos se antoja pírrica, lejana, maldita, sadomasoquista. Parece comprobarse a menudo: cuanto más original y especial el comienzo, más piruetas inútiles en la caída libre al abismo.
El desgaste es jodidamente selectivo. La intensidad y la pasión entregada más allá de lo que pueden devolvernos es un arma de doble filo. La pleitesía es una sentencia a largo plazo. La devoción estirada en exceso despierta preguntas venenosas y silenciosas en la persona amada, sentimientos de culpabilidad, cansancio, indiferencia y, finalmente, la náusea del rechazo. En estos tiempos líquidos en los que prostituimos hasta el Instante, no estamos preparados para ser amados para siempre y no estamos preparados para entenderlo.
Todo esto y mucho más nos transmite Blue Valentine. La historia de Dean y Cindy se te mete bajo la piel, te hurga en el recuerdo y te aruña las retinas para ir en busca de tu corazón. Y lo encuentra. Joder, si lo encuentra. Lo consigue por resultar auténtica y real como la vida misma. Por volver memorable la cotidianidad, consiguiendo pervertirla, traicionar su mismísima y tóxica esencia y hacerla mágica, diferente (algo realmente difícil de conseguir en el cine, tanto o más que en la realidad). O incluso por parecer especial en un final vaticinado.
Una inmensa parte del inmenso mérito es de los inmensos Ryan Gosling y Michelle Williams. Sus actuaciones están más allá del elogio y me parece demencial que no hayan conseguido todos los premios y estatuillas posibles por su trabajo. Él, en el papel de un romántico nato y sin remedio, a ratos desgarrador, a ratos odiosamente perfecto, enamorado del sueño de otra época que supone enamorarse de una única mujer; la del sueño. La cíclica de su modis vivendi perpetúa el efecto. Da la sensación de que podría seguir encandilado por ella durante cien vidas. Ella, por su parte, consigue que sintamos el mismo deseo que el personaje de Gosling siente en todo momento, inclusive los de súplica, sin entender muy bien por qué. Y es que igual que el propio embrujo del amor, el embrujo de su interpretación y de su personaje nos hace pensar que seríamos capaces de pagar el precio, de vivir todo eso de nuevo aun sabiendo el doloroso desenlace. Una y otra vez. Es el mejor y más sincero cumplido que se le puede dedicar a su actuación.
Como digo, ambos están sublimes, insuperables, con una química de locos, rara vez conseguida en pantalla. Construyen una pareja auténtica en su perfecta imperfección, distanciándose en la cercanía sicaria de la rutina. Una relación fascinante de una modernidad decrépita, desteñida, con la que consiguen reflejar la mejor historia de amor de nuestro tiempo. Fiel al anhelo y al fracaso de toda una generación.
Lo he dicho en anteriores ocasiones: pocas películas que se marquen el amor como lienzo y como meta al mismo tiempo salen airosas del intento, ya que es algo que suele surgir en la historia cuando no lo esperas, irrumpiendo desde las sombras o subtramas de un buen guión. Y lo que tengo todavía más claro y se me antoja irrefutable es que, en cualquier caso, dichas películas verdaderamente románticas, en el sentido más clásico y sacrificado de la palabra, muestran relaciones que huyen del contagioso costumbrismo y encuentran un final de forma irremediable, antes de rutinas y tópicos. Antes de que nos acostumbremos a la felicidad y nos acomodemos en un ideal.
Está Casablanca, Los amantes de la noche, Vacaciones en Roma, El apartamento, Al final de la escapada, El buscavidas, El último tango en París, Annie Hall, Lost in Translation, Deseando amar, El curioso caso de Benjamin Button o El secreto de sus ojos. Ahora, en esta exclusiva y maravillosa lista, pide hueco Blue Valentine.
Levantemos el vaso por ella.
Un trago por Blue Valentine. Dulce en la boca y amargo en las entrañas.
XH O XB
Todos deberíamos, al menos una vez, vivir/malvivir una historia así y disfrutar/sufrir un amor como el de ellos. Y luego que nos quiten lo bailado.
P.D: Esta película data de 2010 y ha llegado en 2014 a nuestras carteleras. Es imperdonable, pero nos ayuda a destiempo a encontrar el eslabón perdido en las fantásticas carreras de Gosling y Williams que los llevaría posteriormente a ser nominados al Oscar y explica en parte lo de Drive y lo de Marilyn. Nos ayuda a entender el súbito magnetismo, el talento. Siempre estuvo ahí.
P.D2: Se ruega encarecidamente ver la película en versión original. No hay color.