Sirât… ¿Por dónde empezar?

Un ¿texto? acerca de Sirât

¿Por dónde empezar?

¿Cómo situar fronteras en la vastedad del desierto?

¿Cómo abarcar la inmensidad?

¿Cómo reducir a palabras una experiencia más visceral que visual? ¿Cómo hacerlo cuando la verdadera experiencia siempre admite más preguntas que respuestas?

¿Cómo encontrar foco después de la sacudida?

¿Cómo saber si solo se escribe bajo el influjo o se sigue en estado de trance?

Porque nunca un subtítulo en un cartel de cine ha sido tan acertado dentro de lo innecesario. Trance en el desierto.

Eso es lo que es.

Es lo que vivimos.

Un trance.

¿Por dónde empezar a relatar emociones?

¿Cómo describir una sonrisa nómada, una que jamás regresa al rostro de origen?

¿Cómo deshacer un nudo hecho de tripas con un turbante?

¿Cómo superar el trauma en plena travesía, en pleno metraje? ¿A quién encomendarse?

Porque llorar a solas en un desierto debe ser el modo primigenio de reclamar a dios.

A algún dios.

Y al no obtener respuestas, ni a la plegaria ni a la experiencia, solo resta abrazar a otros desamparados. Arrimarse a los compañeros de butaca.

¿Por dónde empezar a rastrear significados?

¿Cómo desenterrar todas esas metáforas ocultas bajo la arena?

¿Cómo hablar del exilio, del migrante y de la guerra sin hacerlo?

¿Cómo incluir denuncia mientras se baila con abandono? ¿Cómo juzgar el sistema si se presentó renuncia hace tanto que surgió el olvido?

¿Cómo buscar (a) Mar en el desierto?

¿Cómo saber cuándo la búsqueda se torna huida? ¿Cómo comprender a tiempo que quien busca en la nada solo consigue perderlo todo?

Porque Fante diría pregúntale al polvo, pero una vez más, no habría respuesta. Y de haberla, sería engullida por esa electrónica gutural que permea piel y obra durante todo el viaje, elevando y sosteniendo el trance cual péndulo sonoro para hipnosis acústica. Sonidos que acompasan las pedradas al pecho y se atreven a romper el sagrado silencio del desierto, como si se tratase de un conjuro anterior al génesis.

Lo que me recuerda esos altavoces totémicos y hace que me pregunte…

¿Por dónde empezar con las evocaciones sin cometer agravio o injusticia?

¿Cómo contar que los altavoces de columna erguidos en un erial recuerdan a los monolitos negros de otra odisea, fascinantes estructuras de adoración que atraen homínidos por igual, unas de forma silente y otras con el embrujo atronador de sus decibelios a ras de suelo?

¿Cómo nombrar Mad Max, aquella Cube de finales de los noventa y el cine reciente de Julia Ducournau sin sonar ridículo, sin menospreciar su valor?

¿Cómo levantar poco a poco la mirada de los raíles sin acordarnos del brutalista? ¿Cómo no ver la analogía entre planos que desvelan el horizonte físico y figurado de los protagonistas?

Porque allí donde eran las reservas, aquí es el pesar lo que ralentiza el movimiento de cámara. Allí, en Pensilvania, donde el porvenir del exiliado se representaba falsamente esperanzador, aquí directamente no da tregua a la imaginación extranjera. El horizonte morisco que se nos muestra al final es hostil y pedregoso. Y, sin embargo, el personaje mantiene la vista al frente. Coriáceo, resiliente. Contemplando lo que le espera.

Lo que nos espera.

De acuerdo, y si la obra, igual que el desierto, carece de referencias fiables, entonces ¿por dónde empezar a resaltar su grandeza?

¿Cómo trasladar la autenticidad que exuda cada plano sin pervertirla con ejemplos en el intento?

¿Cómo traducir lo singular si se debe usar un lenguaje común?

¿Cómo distinguir siquiera la tinta y las teclas con toda la tierra que aún se desprende de nosotros?

¿Cómo generar expectativas que luego van a ser pisoteadas con los primeros pasos de baile? ¿Cómo prometer que eso será para bien? ¿Cómo hacer prevalecer la experiencia vivida y sufrida por encima de una simple película vista y disfrutada?

¿Cómo ensalzar la valentía del cineasta si aún sentimos las secuelas de ese arrojo?

¿Cómo alabar la fotografía ante quienes todavía no han visto ese sol, esa luna ni esos faros rasgando la oscuridad, imágenes perturbadoras como un parto en una cueva? ¿Cómo convencerles de que, con la salvedad de David Lean, tal vez nadie haya capturado el desierto en pantalla como lo ha hecho Oliver Laxe?

Porque igual que Coppola aseguraba que Apocalypse now no iba sobre Vietnam, era Vietnam, Sirât no se ambienta en el desierto, es el desierto.

Y toda la dureza que lleva consigo.

Cualquier otra cosa que diga sería inútil.

Predicar en el… Ssshhh.

En un lugar sin oídos donde la música no se escucha, se baila. Lugar eterno e infinito donde perderse, igual que el buen cine.

Así que…

¿Por dónde empezar?

  •  
  •  
  •  
  •  
  •  
  •  
  •