Retorno a Seúl en el día de la madre

 

Buscarse la vida. Perder el sentido. Buscarle el sentido a perderse en la vida.

Abandonar, prostituir y cuestionar a la persona que se es para encontrar a la persona que se quiere ser.

Bostezar solo para tragarse el mundo.

 Y robar…

                         Valentía para el camino

Rebuscaba en mi memoria la cita adecuada para abrir este texto sobre la película Retorno a Seúl sin percatarme de que las palabras idóneas no las encontraría en el cine ni en la literatura, sino que estaban precisamente en esta web, formando el comienzo de un poema escrito más de tres mil madrugadas atrás. Esas cinco líneas recogen la esencia y el viaje del personaje principal de la película y, a mis ojos, condensan una especie de crítica poética tanto de la obra como de la generación que retrata. Porque, ante todo, Retorno a Seúl se me antoja una película generacional, y no por relevancia o popularidad dentro de un marco temporal, lo es por el fiel reflejo de una actitud, de una ansiedad, de una deriva y de una búsqueda personal. Muchos de los que hemos nacido entre los ochenta y los noventa encontraremos espejos conductuales en las desventuras de Freddie, o al menos nos será más fácil empatizar con ella a pesar de lo reprochable de algunas de sus acciones o lo desagradable de algunas de sus respuestas. Su viaje emocional hacia la madurez lo hacemos propio, intercambiando ilusiones por responsabilidades y fracasos (madurar no es otra cosa), lo que emparenta la película y las sensaciones que despierta en el espectador millenial con La peor persona del mundo, o incluso con Compartment Nº 6, por aquello del descubrimiento personal en el trascurso de un largo viaje. Ambas obras, al igual que Retorno a Seúl, son geniales y coetáneas, aspecto significativo a la hora de un análisis futuro. De hecho, si alguien de un siglo venidero quisiese averiguar el vértigo y la confusión emocional de los jóvenes de principios del nuevo milenio le recomendaría desde la tumba el visionado de la trilogía que conforman.

En cualquier caso, la búsqueda identitaria de Freddie es mucho más profunda que la nuestra. Ella fue adoptada a edad temprana por una pareja francesa y lo que comienza siendo un viaje de placer no planificado a su Corea natal a la edad de veinticinco años termina convirtiéndose en un arduo propósito vital: conocer a sus padres biológicos. La incomprensión de sus motivos, pasados y presentes, fustiga y moldea el comportamiento y las decisiones de la protagonista, pronto disociada en Freddie, su yo francés, y Yeon – Hee, su nombre y versión coreana. El desarraigo y el desafecto que siente se lo devuelve al mundo a diario, y más temprano que tarde sus amistades y sus parejas perciben su incapacidad de amar, su falta de compromiso, su desprecio y su abandono. La película madura con la protagonista, avanzando desde la espontaneidad, la ligereza y las risas hasta alcanzar la enorme carga emocional que detonan las últimas escenas. Entremedias, las dificultades del choque cultural y las angustias se sobrellevan a base de baile, sexo, alcohol y drogas.

Davy Chou, el joven director camboyano francés, consigue plasmar con nota una búsqueda triple: la búsqueda de identidad, la búsqueda de un lugar en el mundo y la búsqueda de felicidad. Aunque puede que las tres cosas sean lo mismo. Al menos parecen serlo para el personaje interpretado a las mil maravillas por la actriz Ji – Min Park. Su espectro de registros es abrumador, algo que queda patente sobre todo en el tramo final de la historia, de su historia. No se me ocurre un papel más complejo en el cine reciente ni un título superior a Retorno a Seúl a la hora de reflejar la encrucijada sentimental del adoptado que rebusca a arañazos en una tierra desconocida para encontrar sus verdaderas raíces.

Estrenada en España el pasado Marzo con una distribución limitada, Retorno a Seúl es y será una de las mejores películas de 2023. Una película generacional y carne de culto, si no al tiempo. Me basaría y bastaría con su última secuencia, con su elipsis y su lirismo. La secuencia abre con un paisaje de llanura, evocando los versos que le declama un chico a Freddie durante una cena al comienzo del film y que hablan de la tierra natal desde la morriña, para acabar con la protagonista sentada a solas frente a un piano, lo que corrige sin palabras la idea del poeta coreano al traernos aquella otra de Rainer Maria Rilke adaptada a nuestros tiempos: la infancia es la verdadera patria de la mujer. De una mujer como Freddie, como Yeon – Hee, una que ha demostrado la mayor de las valentías, aquella que hace falta para desmontar una vida de errores y montar una nueva alrededor de un acierto.

Mira por dónde, lo mismito que han hecho muchas madres.

Feliz día de la madre para todas las que sí encontraron valentía para el camino.

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