NO HABÉIS VISTO UN MILAGRO

 

La evolución de una lágrima en la lluvia es una lágrima en la nieve.

 

Para el espectador de Blade Runner 2049.

 

 

TEST DE REFERENCIA

 

Recite su referencia.

 

En el 2049, una nueva iglesia. Celdillas.

La iglesia de San Nicolas de Villeneuve. Celdillas.

Por la llegada del profeta Ryan. Celdillas encadenadas.

Porque solo dios perdona. Encadenadas.

En los incendios del alma, demonio de neón. Celdillas.

Prostitutas y enemigos en el Valhalla. Celdillas.

Somos prisioneros o sicarios espirituales. Celdillas encadenadas.

Una de dos. Encadenadas.

Prisioneros o sicarios espirituales en una sala oscura. Celdillas.

Debemos conducir nuestra mirada. Encadenadas.

Conducir nuestra mirada y seguir la luz del proyector. Celdillas.

Seguir el camino que marca la luz. Encadenadas.

La iglesia de San Nicolas de Villeneuve. Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

¿Le gusta nuestro búho? Celdillas.

Celdillas.

¿Es artificial? Celdillas.

Celdillas.

Más humanos que los humanos. Encadenadas.

Encadenadas.

Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

Prostitutas que parecen Hannah. Palíndromo.

Celdillas.

Replicantes que replican besos. Replican.

Encadenadas.

Caricias a cuatro manos. Caricias.

… Celdillas encadenadas.

Rezos en su nueva iglesia. Celdillas.

Celdillas.

Prostitutas en su nueva iglesia. Celdillas.

Celdillas.

Prostitutas con paraguas en la calima del Valhalla. Encadenadas.

Encadenadas.

Un ángel besa a otro ángel. Encadenadas.

Encadenadas.

Quizás su creador. Recuerde.

… Celdillas.

Un poco de Her, GITS. Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

Mujeres traslúcidas con sexo traslúcido tras paredes traslúcidas. Celdillas.

Traslu… Celdillas.

Paraguas traslúcidos. Guiños.

Celdillas.

Honra y maestría. Encadenadas.

Encadenadas.

Tripletes de bases nitrogenadas. Encadenadas.

Encadenadas.

Su iglesia, su devoción. Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

Amar con paraguas traslúcidos. Amar.

Repita tres veces: Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

Celdillas encadenadas.

 

El sujeto se encuentra lejos de la referencia. Se aconseja test de control alternativo: Test de Voight-Kampff. Test fuera de uso pero con resultados extraordinarios en el pasado.

 

Pinceleszippo Alexis HB 350 px ancho

 

 

TEST DE VOIGHT-KAMPFF

 

Intente estarse quieto.

Disculpe.

Es un test hecho para provocar una respuesta emocional. Responda con palabras sencillas. Comencemos.

De acuerdo.

Un párpado gigantesco se retrae como un telón. Aparece un ojo, igual que hace 30 años. En lugar de luces y llamas, el reflejo es prístino. Un iris degrada sus verdes en torno a una pupila sedienta, como aquellas mareas de los viejos Trópicos ya arrasados, oleajes que convergen en una orilla negra. De un modo armónico, el ojo da paso a un campo solar que se extiende en círculo por una tierra baldía, con sus paneles grises orientándose para captar la luz, una especie de pupila metálica. Usted no lo entiende, pero el aviso está implícito: Preste atención. Le vamos a deslumbrar.

Ya lo he visto todo. Nadie me va a deslumbrar.

Aún no ha visto nada. Enseguida va a ser consciente de ello. La primera secuencia es inmejorable. Marca el tono de la obra desde el comienzo y contiene todos los elementos que te vas a encontrar: sombras, silencios, tensión, misterio, existencialismo, imaginación y la contundencia tanto de las líneas de diálogo como de las escenas de acción. Lo tiene todo, incluso podría funcionar de forma independiente. Puro sci-fi. Puro noir. Puro sci-fi noir. O lo que es lo mismo, puro Blade Runner. La apertura recuerda por calidad fílmica y por el modo en que discurre, así en lo homólogo como en lo análogo, a los inicios de obras como Casino Royale o Malditos bastardos. Piénselo. Un cazador ha rastreado a su presa hasta su escondrijo y establece un pulso dialéctico a la espera del momento justo para atacar. ¿Se da cuenta?

No veo el parecido ni la relación.

Solo en esencia. Debe buscar la esencia. No importa. El caso es que la semilla de la trama se planta al final de dicho encuentro. La semilla de una planta carnívora. “… Porque nunca habéis visto un milagro”. Un reto camuflado de acusación. Le mira a los ojos al decirlo. Él le acusa y le provoca. Rompe la cuarta pared, justo después de romper la primera.

No me provoca. Y no entiendo el reto. Además, ese pobre pellejudo está sentenciado.

Cierto. A continuación el oficial K realiza dos disparos y retira al objetivo. Entonces te fijas por primera vez en el arma y te estremeces con las fuertes detonaciones que provoca su gatillo. Han vuelto a diseñar una pistola que no miras como el adulto que rechaza la violencia y las armas de fuego, sino como el niño que ansía ese fascinante juguete para disparar las balas de su imaginación, para soñarse en otra parte. ¿Recuerda jugar de niño con pistolas de mentira?

En mi infancia prefería los balones y los videojuegos.

Una lástima. Los grandes hombres tienen de adulto las mismas ilusiones que de niño.

¿Quién dijo eso?

Stanley White, en Mahattan sur.

¿Esto forma parte del test?

No, me vino a la mente. Solo eso. Continuemos. Igual que hace la obra. Porque la trama avanza, aunque usted no lo aprecie de ese modo. A usted se le hace algo lenta. El motivo es la ausencia de música que ocupe el espacio sonoro y la complejidad. La complejidad de todo buen procedimental policiaco, la complejidad de los grandes temas que subyacen en las imágenes, la complejidad de los problemas universales que evidencia con mayor o menor sutileza cualquier obra de ciencia ficción que se precie.

Yo no encuentro ninguna complejidad en la historia.

Por eso mismo resulta compleja. Porque usted aún no percibe las complejidades. ¿Se da cuenta? Sí, ahora se da cuenta de esta circunstancia y eso le enfurece.

No me enfurezco. Sigo creyendo que se equivoca.

En el guion hay cajones invisibles que se revelan con el tiempo, cajones que luego llenamos con la reflexión. No son defectos. Están colocados ahí con toda la intención, para trazar el enigma, para lanzar las preguntas. Para abrir las posibilidades interpretativas. En el libreto brota la misma cantidad de información que la que se entierra. A usted le dan y a usted le esconden. Es un guion construido con unos y con ceros. Como diría K: “El doble de elegante”. Porque los mejores guiones son los que permiten reescrituras particulares en la mente de cada uno. Reinterpretaciones. Ensoñaciones de la historia. Cuestiones sin respuesta y dudas por resolver. ¿Usted reinterpreta? ¿Le asaltan dudas?

No me complico la vida. Lo que veo es lo que es. No busco el trasfondo de las imágenes. Soy inmune a la duda. Y no cuestiono la realidad.

La realidad solo es la ficción más aceptada. Debería cuestionarla a menudo.

No es mi estilo. Además, prefiero que el guion lo deje todo bien claro.

El todo y la nada siempre dan con un punto de encuentro. Si todo tiene significado, nada lo tiene. Porque si parpadeas en un círculo, cierras los ojos como el primero y los abres como el último.

No le entiendo. ¿Esto es un test para saber si soy buen espectador o para saber si soy un filósofo reprimido?

Todos somos filósofos reprimidos, porque todos reprimimos pensamientos. Con excepción quizás de ese hombre con aurea mística y mesiánica que paradójicamente ha alcanzado la clarividencia a través de la ceguera, de esas dos cascadas de espuma blanca que caen por sus ojos como el agua de presa por las esclusas. Podría encarnar en sí mismo un mensaje para el público, el de ese dicho popular: No hay más ciego que el que no quiere ver. Un creador invidente jugando a tientas a ser dios. “Antes de saber lo que somos ya tememos dejar de serlo”, dice mientras palpa la criatura recién nacida, restregándole ese barro amniótico, ese primer barro que es todos los barros. La frase tiene mucho calado. Se puede profundizar hasta una fosa existencial y disertar durante horas o durante folios acerca de esas palabras, acerca del estado de conciencia, de la supervivencia como instinto “natural”.

El caso es que la obra no da tregua y no podemos detenernos en exceso en el análisis. Ya llegará. El deleite continúa. Sobre todo, mediante sus imágenes. Y es que sus imágenes… Observe, recuerde. ¿Ha visto alguna vez fotografía semejante?

No sabría decir. Es posible que no.

¿Cómo no estar de acuerdo en este aspecto, verdad? La opinión es unánime. El deslumbramiento nos alcanza a todos. El poderío visual y estético de la obra es prácticamente una proeza artística, con sus referentes y sus influencias pero exento de punto de comparación. La elegancia en la composición, el dominio del encuadre. Impregnar el plano de las tonalidades idóneas y de los brillos justos para conseguir la atmósfera adecuada, el ánimo preciso. Tres paletas en manos del artífice: una con blancos y negros, otra con azules y violetas y una tercera con las variantes de la malta. Un despliegue impresionante que abarca desde la ciudad estigmatizada por miles de luces publicitarias hasta esas imágenes recurrentes y crepusculares donde se destila el color naranja con el fin de conseguir el mejor bourbon, uno que luego derramar sobre el fotograma. Empapados, los planos se deslizan como hojas en un apocalipsis otoñal. Marca y seña visual de la película, al igual que lo es la hipnótica exhibición de luces y sombras, un contraste que afianza la identidad del conjunto. En casi todas las escenas de combate, las que luchan son las sombras. Figuras ennegrecidas que bailan con brevedad y sequedad en un escenario onírico.

También cabe resaltar los reflejos. Si en la original se usaba el clásico recurso romántico de filetear a los personajes con las sombras de una persiana veneciana, ahora se va más allá. El reflejo del agua es el que dibuja sombras ondulantes en figuras y arquitectura. En otras ocasiones, las luces y las sombras ceden las unas ante las otras delante de nuestros ojos, avanzando y retrocediendo y cambiando la textura tigresa del plano.

Cabría desvariar y creer que el máximo responsable del apartado visual de la obra, quien queda muy por encima de premio o galardón alguno, tenía un prisma mágico entre sus manos con el que conseguía recrear cualquier cosa imaginable. Un centiedro con una lente en cada vértice que atrapa la luz como una lámpara atrapa de vuelta al genio. En definitiva, la fotografía es un ejercicio de estilo espectacular al servicio de la historia.

Sí, la cinematografía es un verdadero prodigio. Cautiva por sí sola.

Así es. Pero no debemos conformarnos con el cautiverio de la belleza. La antecesora nos obliga a buscar otras virtudes heredadas en la sucesora. Y esas virtudes están ahí. Algunas potenciadas, otras atenuadas, por cuestiones de coherencia. Ahora hay más frialdad, más contención, más silencio, en consecuencia hay menos romance, menos sinfonía, la carga poética es menos obvia. No olvidemos que han pasado 30 años; el futuro también ha cambiado. Siempre se vuelve más tétrico y desolador en nuestro imaginario, nunca más luminoso y esperanzador. Por añadidura, el centro de la historia es un replicante, en esta ocasión sin controversia aparente. Su mundo es más distante, su realidad permanece sometida a otra realidad, a la realidad humana. Por este motivo, a medida que el protagonista, el oficial K, va despertando en él sentimientos humanos, la película incrementa su carga emocional, casi siempre contenida. El futuro no está para alardes de ningún tipo.

Veo por dónde va. Me está dando a entender que, igual que ocurriera en su día con la original, esta continuación también está siendo menospreciada. Incomprendida, incluso.

Tendría que tener un oráculo para asegurar que ambas obras compartirán destino. Quiero que usted saque sus propias conclusiones. Solo diré que quizás hemos vuelto a olvidar que a veces la vanguardia se encuentra tan alejada de nuestras trincheras que no somos capaces de apreciarla.

Bien. A continuación le voy a trasladar ciertas estampas mentales. Siga mirando al frente y responda lo más rápido que pueda. El tiempo de reacción es primordial.

OK.

En una zona que es símbolo del colapso de una civilización, en un piso de un edificio en ruinas, contempla a un chucho. El animal, a su vez, contempla…

¿Un chucho?

¿Perdone?

¿Qué es un chucho?

¿Sabe lo que es un perro?

Sí.

Pues eso. Un perro con pinta de llevar una vida acorde. Una vida perra.

Está bien.

Usted contempla a un chucho que a su vez contempla las naves que atraviesan el polvo ocre y se llevan lejos a su amo, a su único amigo. Usted se marcha y deja el animal allí.

Todos acabamos solos. Tarde o temprano.

Asiste a una escena que quita el aliento. Se trata de una brutal pelea cuerpo a cuerpo, a merced del oleaje artificial producido en una presa que se drena. Predomina la oscuridad, solo rasgada allí donde surgen las luces del vehículo. Al poco, los tres individuos se encuentran al borde del ahogamiento. Se escucha un grito desgarrador. Siente que se ahoga con ellos, pero la realidad es que si pudiera acudir al rescate y salvar solo a dos, no sabría a cuál de los tres sacrificar.

Eso es cierto. No soy juez ni jurado.

O quizás no tenga tan claro de parte de quién está, no distinga los buenos de los malos, algo que le suele resultar fácil en otras ocasiones, por lo acostumbrado.

No sé, quién sabe. La secuencia es cojonuda, eso sí.

En vertiginoso vuelo, atraviesas cortinas de lluvia y esquivas edificios grises. Sientes la velocidad como se siente un crecento narrativo. Tienes por fin un propósito. Si es el final, mejor vivirlo de un modo humano, contradiciendo a todos aquellos que te niegan tal condición y te discriminan xenofóbicamente por lo que eres, o por lo que ellos creen que eres. Tu acción se convertirá en declaración. Tu testimonio. Porque aquella mujer puede que tuviera razón: “Morir por una buena causa es lo más humano que podemos hacer”. Así sea. Los sonidos te sobrecogen, aumentan tu alerta. Suenan notas disruptivas. Como escuchar a un escuadrón de gorilas cascando nueces sintéticas con una tuba. O a un caimán devorando a una oveja eléctrica. Devorando los sueños de alguien.

Me sentiría intrépido, soñador. Con determinación.

Deambulas por un puente fantasmal de la ciudad. Acabas de averiguar que no eres quien empezabas a convencerte de ser. Eso te supone una decepción demoledora. Todos queremos ser deseados, únicos, elegidos para algo más grande que nosotros mismos. Necesitamos un sentido. Una sensación de pertenencia. Incluso un Blade Runner necesita todo eso. Para rematar, se te aparece una chica recién perdida. Luce colosal. Se te insinúa. Trata de volver a seducirte, como hace sistemáticamente con miles más.

Eso da igual. La echaría de menos. Me sentiría desamparado. Kamikaze, tras el giro que ha dado mi existencia. El giro en la historia.

En la devastada periferia, sobrevives al ataque de una horda gracias a una misteriosa ayuda divina. Acto seguido encuentras al sujeto que buscas. Dicho sujeto es un explotador infantil.

Necesito su colaboración, no puedo hacer nada al respecto. Como usted ha dicho, el futuro no está para alardes.

Contemplas a una poderosa mujer sentada con clase en un sillón que parece convertir en un trono. Un hombre asiático, de rodillas a su lado, le cristaliza la manicura con el uso de dos rayos mientras ella controla con su voz y sus gafas un satélite para atacar de forma remota a los hombres que tratan de acabar con su enemigo, el enemigo que ella necesita y está usando para su causa.

Lo que yo veo es la mujer del futuro. La definición gráfica del feminismo del mañana.

Muy agudo. Tal vez ya esté preparado para reinterpretarlo todo. Para darle un nuevo significado a lo que ha visto. A lo que ha vivido. Hay determinadas imágenes que reverberan en su recuerdo de un modo lumínico. Son postales evocadoras y le provocan unas cosquillas extrañas en el entendimiento. Por eso decide repetir con gusto la experiencia.

Espere un segundo. ¿Quiere decir que vuelvo al cine y la veo de nuevo?

El arte se halla en la repetición. Nada que aspire a clavar las garras en el recuerdo puede ser apreciado en toda su complejidad ni en toda su grandeza a las primeras de cambio.

Pero en realidad en esta ocasión va a ver una película distinta. Créame. Porque ahora está capacitado. Porque ahora tiene el background suficiente. Ahora puede hilvanar reflexión y análisis entre los velos de embeleso que producen sus imágenes. Escuche atentamente. Le voy a dar las piezas, las claves para que monte en su cabeza su propia versión de la historia tras el revisionado. Se las voy a soltar como metralla, in ordine sparso. Podrá construirse su teoría particular, o comulgar con alguna de las teorías que ya circulan por ahí. O descartarlas todas y quedarse en el mismo punto en el que estaba, pero al menos se habrá dado una oportunidad real. Le habrá concedido a la película la verdadera oportunidad que se merece.

De acuerdo. Es lo mínimo que puedo hacer como buen espectador, ¿no? Si es que a mí la peli me gustó, me gustó bastante, de hecho. Solo es que…

Le entiendo. Preste atención ahora y veamos en qué brazo de la balanza de su estima se decantan esos puntos suspensivos.

Vale. Abriré mi mente todo lo que pueda. Las mentes son como los paracaídas, ¿no cree? Si no están abiertas, no sirven de nada.

Muy cierto. ¿Procedemos?

Adelante.

En la primera imagen que tenemos del oficial K le vemos dormido, sumido en un sueño. Despierta para el comienzo de la historia. Al final, cerrará los ojos para terminarla. Concluye su círculo. Un cometido. Programado desde siempre. Dos niños. Los ADN no pueden ser idénticos. Uno de los dos no existe. Él mismo lo dice. Quizá reconociendo su auténtica naturaleza sin percatarse. El chico o la chica debe ser irreal, uno de dos. Un señuelo. Para que no localicen a quien encarna la esperanza de todo un pueblo, quien encarna el cambio. Un señuelo para sí mismo, para alguien más relevante en la historia pasada, presente y futura. Un recuerdo implantado. En su mente y tal vez en la de otro. Un recuerdo que rastrear. El recuerdo viene representado por un caballo de madera. Un caballo de Troya. Simbolismo. Un recurso muy fino. Si un replicante evoluciona hacia la humanidad, sus sueños quizás evolucionan hacia lo real. La evolución lógica hacia lo real de un unicornio soñado es un caballo soñado.

La creadora de recuerdos llora en su refugio de cristal. Se mantiene recluida por estar aquejada de una condición ficticia, inventada por su propio bien. Por un bien mayor. Mientras ella llora dentro, K se queda quieto en el exterior y contempla con detenimiento la nieve que cae. Con extrañeza. En el final, con el delicado arreglo melódico de una canción sinestésica y embriagadora de Vangelis, el ex oficial K se recuesta en una escalera nevada dispuesto a morir. Cara al cielo blanco, recibe los copos de nieve en una paz absoluta, como si fueran el sudario idóneo, el que trae el entendimiento. La evolución de una lágrima en la lluvia es una lágrima en la nieve. Recuerdos que se pierden, recuerdos que se congelan en el tiempo. En el interior, la creadora de recuerdos fabrica nieve en esos precisos instantes. Nieve que cae. Luego se gira para recibir a su padre, un Deckard que ha sido conducido al galope de un caballo de madera por la senda de una historia ficticia. En el momento oportuno. Para la rebelión, para el alzamiento. Él solo se mueve ya por amor, su acicate desde hace décadas. Y “a veces para amar a alguien hay que ser un desconocido”. La hija entonces vuelve a romper la cuarta pared, igual que hiciese aquel Nexus en el arranque, y lo hace para cuestionarlo todo, poniendo la primera piedra de la crítica, de la reflexión, un nuevo reto, un broche retórico:

“Precioso, ¿no?”

 

XH O XB

 

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