23º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE LPGC: Turismo de riesgo en Sri Lanka y Split


 

Texto acerca de Paradise (2023/Sri Lanka, India/Prasanna Vithange) y Through the graves the wind is blowing (2024/USA/Travis Wilkerson)

SECCIÓN OFICIAL

Un festival como el Festival de cine de Las Palmas de Gran Canaria no hubiera sobrevivido a veintitrés ediciones si no supiera mantenerse vigente, si no supiera adaptarse a los tiempos que corren, plasmando en pantalla tanto vanguardias artísticas como problemas sociales de urgente actualidad. Los responsables de su programación saben que arte y denuncia muchas veces son indisociables, y que tal vez deberían serlo siempre. La inclusión en la Sección oficial de los dos títulos que aborda este texto son una prueba irrefutable de ello; Paradise y Through the graves the wind is blowing son de una pertinencia absoluta. Una muestra doble de cine internacional que echa ancla en fondos problemáticos de orillas locales. Ambas películas detonan su trama a través del impacto que tiene el turismo en un entorno empobrecido. Lo hacen desde diferente ángulo y con estilo dispar, pero la reflexión que provocan y el mensaje que queda flotando en la sala con la irrupción de los títulos de crédito no difiere demasiado en uno y otro caso: ciertos modelos turísticos perturban el bienestar e incluso el progreso de una comunidad e impiden la armonía social entre el residente y el visitante. ¿Hablaba de actualidad? El primer pase de Paradise, al que asistí, se proyectó el martes 23 de abril. Tres días antes, el sábado 20, me encontraba caminando junto a decenas de miles de ciudadanos en una manifestación que buscaba abrir el entendimiento de unos políticos que por inercia o genética solo tienen el hábito de abrir el bolsillo. Solo tres días entre un evento y otro. Volvamos a aplaudir y a soplar las caracolas, esta vez por Luis Miranda y el resto de los encargados del programa. Porque no es oportunismo, ni siquiera casualidad o improvisación, se trata de estar involucrado con las preocupaciones del pueblo, conectar con la realidad y tener ese punto intuitivo y hasta responsable para cerrar acuerdos festivaleros con meses de antelación, en muchos casos.

Paradise sitúa el viaje de una pareja india a Sri Lanka durante las revueltas que se produjeron en el país en 2022, tras la declaración del país en bancarrota. La pareja afronta el viaje de forma distinta. Ella intenta disfrutar de los paisajes y conectar con los lugareños, mientras que él muestra el perfil más odioso y prototípico del turista moderno en zonas deprimidas: encadenado a su móvil y a sus dispositivos, adopta una posición altanera y clasista frente a la gente del pueblo. Desde esa altura autoimpuesta, se ve con derecho a mostrarse juez y jurado en un incidente que acabará por encender una mecha que se extendía ya por todos los zócalos de la región a la espera de un chispazo semejante. El guion teje muy bien una trama sencilla pero atractiva en torno a un puñado de personajes: dos trabajadores del hotel rural, el guía turístico, el jefe de policía de la estación local y la pareja en cuestión. La relación sentimental se mella a ojos de la chica cada vez que observa y analiza en silencio el comportamiento abusivo y despreciable de su novio. La historia avanza a buen ritmo y entremezcla leyendas del folclore de Sri Lanka contadas por el guía y discutidas con amabilidad por la mujer, diálogos que enfrentan dos perspectivas generacionales. El desenlace resulta satisfactorio y rubrica una película con un mensaje de fondo potente y un último plano fijo fantástico, con ese monasterio vacío al borde de la carretera, visitado en esos instantes solo por los monos.

En comparación con Paradise, cuya estructura cinematográfica se erige con el andamiaje más clásico, Through the Graves the Wind Is Blowing se antoja una obra de otro milenio. De fuerte carácter personal y experimental, en el que su creador, Travis Wilkerson, se convierte en hombre-cámara y artífice de prácticamente todo lo que experimentamos en pantalla, la película realiza una trenza de disciplinas muy habilidosa. Un primer hilo de ficción se centra en la investigación de una serie de asesinatos de turistas que están teniendo lugar en Split, ciudad que se convierte en auténtico crisol, reactivo y producto de la obra, todo en uno. La investigación la lleva a cabo un detective local, Ivan Peric. Ivan relata los casos ante la cámara de Travis y se puede decir que es el único personaje de la película, descontando Split y al propio director, con el que interacciona. En estas secuencias se alcanza la comedia, cuando el detective relata sus intentos frustrados de resolver los crímenes caricaturescos de turistas maleducados en los que el pueblo se borra de testigo y el gobierno escurre el bulto e incluso entorpece las pesquisas para no perjudicar el turismo, el único negocio de Split. Ridículas paradojas que se producen cuando el político de turno ve peligrar su parte del pastel. Ficción que nos hace pestañear en la realidad.

En fuerte contraste con estos puntos de humor surge el segundo hilo de la trenza: el hilo documental. En las partes de no ficción, grueso del metraje, Travis Wilkerson retrata las ruinas físicas y morales de Croacia y hace un repaso de la historia de la nación y de la ciudad donde vive, desenterrando unos orígenes fascistas que tal vez expliquen gran parte de lo que encuentra en sus calles. El análisis que enfrenta pasado y presente para avisar sobre el futuro resulta necesario, y las formas rayan la hipnosis. Su manera de relatar y el interés que suscita lo que cuenta consigue que nos baste una metralla de fotogramas a modo de lienzo en blanco donde salpicar pintura roja para mantenernos enganchados al relato. La voz en off (la suya) es la de un gran narrador, al que también escuchamos en el tercer hilo de la trenza cinematográfica, el hilo que anuda el final y enlaza de forma sutil e inesperada toda una historia deshilvanada donde tiene cabida el fútbol, el nazismo, los partisanos, los turistas, el break dance, los campos de concentración, sus hijos y hasta los «uhljeb», el equivalente croata del funcionario y burócrata que supone una rémora para el sistema público. Con este tercer hilo me estoy refiriendo a la madeja autobiográfica, con la que el autor logra aportar otra cara de los problemas que plasma en palabras e imágenes, contraargumentos vitales que introducen cierta ambigüedad y enriquecen el perfil ensayístico de una obra inclasificable.

Ya con su anterior film, Nuclear family (2021), Travis Wilkerson lucía enormes dotes documentalistas y apuntaba maneras de cineasta de mucha personalidad. Through the Graves the Wind Is Blowing le confirma como un artista de trance reconocible, comprometido y empeñado en señalarnos las vergüenzas del pasado para que nos tapemos un poco en el presente. Salvando las distancias, sus ejercicios de Historia y el calado que alcanzan me recuerdan a lo que Benjamin Labatut hace en su narrativa. Al igual que los libros del escritor chileno, esta pieza audiovisual en blanco y negro tiene su propia y pegadiza arritmia. Ha sido creada sabiendo que es para una minoría pero que debería ser prescrita para una mayoría, por ser extraña en sus formas y necesaria en sus fondos. Sujetando y observando por última vez la trenza, concluimos que Through the Graves the Wind Is Blowing es inteligente en su ficción; demoledora en su no ficción; honesta en su parte biográfica. ¿El conjunto? Imprescin(e)dible. Otro título estimulante en la acertada Sección Oficial de esta edición del Festival de Cine de Las palmas.

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